Artículos año 2015 Compendio

Acabo de terminar, casi con el final de año, la lectura detenida y curiosa del trabajo de investigación y posterior ensayo escrito de Miguel Antonio Maldonado que bajo el título de “Antes y después en las costumbres alcazareñas de nacimiento, noviazgo, matrimonio y muerte” repasa la cultura consuetudinaria más cercana al entorno en el que nos desenvolvemos y que podría resumirse en esa frase que cita al inicio y en la contraportada de la publicación, de que “bautizo, entierro y boda compendian la vida toda”.

Lo primero que me gustaría comentar es que Miguel Antonio Maldonado está casado con mi compañera de profesión y amiga Lina, con la que he compartido muchos momentos de relación laboral y a la que me une un sentimiento de aprecio y afecto. Además he seguido su trayectoria como componentes de la Camerata Cervantina y admirado su labor de recuperación y tratamiento del floklore manchego, entre otras actividades dignas de reconocerse. Yo no soy muy vocacional de la música, pero valoro las manifestaciones de quienes se dedican a ella de cualquier forma que la hagan transmisora de belleza.

Pues bien, resulta que el esquema sobre el que Miguel Antonio ha realizado el trabajo de campo coincide con otro muy similar que difundió la Universidad Complutense de Madrid allá por los años setenta del pasado siglo como pautas para este tipo de investigaciones. Aquel otro guión ha deambulado entre mis papeles durante mucho tiempo y, finalmente, creo haberlo destruido como tantas otras cosas con motivo de mi jubilación laboral. No obstante y sin llegar al grado de profundidad de este trabajo, a mí me sirvió para pequeñas tareas investigadoras en el ámbito escolar, sin que los resultados fueran dignos de traspasar esta pretensión.

Por eso he leído con gran interés todo el trabajo y, realmente, me ha desvelado y confirmado el valor de la memoria y la importancia de conocer los hechos y costumbres pasados para situar y comprender mejor los actuales. En suma, el valor de la investigación de la historia cuando ésta nos atañe en lo cercano. Por otra parte hay que mencionar que con ello ha conseguido la 1ª Beca de Investigación “Rafael Mazuecos”, con lo que tiene de primicia y de reconocimiento al valor de recuperación de nuestro pasado. Buena iniciativa de nuestros responsable culturales por crearla y muy merecido el premio a quien se ha hecho acreedor en esta primera convocatoria.

No querría dejar pasar este Canto de la Calle en mi web sin hacer un repaso de los aspectos que más me han interesado de su contenido. Un asunto general que me ha llamado la atención ha sido la diferencia de costumbres que solía darse en función del nivel económico o social durante las décadas en las que se centra el estudio. Frases como “en las clases populares y trabajadoras no existía el uso … ya que dicha práctica conllevaba costes económicos” o “en caso de familias acomodadas…”, etc. suelen repetirse con bastante frecuencia tras la descripción de algunas de las costumbres.

Otro de los denominadores comunes a resaltar en el conjunto de la tarea de Miguel Antonio es la continuada referencia a la obra de Don Rafael Mazuecos en su estudio histórico topográfico de la zona. Lo cual viene a refrendar su importancia como uno de los valores culturalmente más significativos de nuestra historia reciente, no ya sólo por su contribución médica y con la Fundación y Clínica que mantuvo durante muchos años, sino por el valor humano y testimonial que dejó legado en sus fascículos.

Y otra observación, también generalizada, es la enorme influencia que las creencias de tipo religioso han marcado en los usos y costumbres más básicos en nuestro país y en nuestra población alcazareña, con especial incidencia en la posguerra civil, cuando se aliaron Iglesia y Estado para influir decisivamente en la formación de las conciencias y en el control de las conductas de la ciudadanía.

En el apartado referente al nacimiento me ha llamado la atención la pervivencia de las creencias relativas al “aojo” y los distintos modos de combatirlo, desde oraciones al efecto, hasta sahumerios con torvisco o el uso de higas de azabache como amuletos protectores. Parece mentira que con el supuesto aumento de la creciente formación escolar y académica en estos años y la difusión de mayores conocimientos en todas las facetas vitales, las personas se sigan dejando influir por este tipo de supersticiones sin ningún fundamento.

En cuanto al noviazgo y todo lo que acarrea, me han resultado especialmente curiosas las maneras de rondar a las novias y el uso de la manta para cubrir la ventana, balcón o lugar fuera de la casa donde tenían lugar los encuentros entre los enamorados. Asimismo, y de forma explícita, se diferenciaba la relación entre personas de distinta clase o posición económica, de manera que se expresaba mediante una sentencia concluyente: “Amor loco, si ella es mucho y tú eres poco”. Sobran otro tipo de comentarios.

Del matrimonio y toda su parafernalia previa, durante y posterior me ha llamado la atención la firma de las “hijuelas” o relación de bienes que las familias de los contrayentes aportan a los nuevos esposos, he confirmado el color habitual de los trajes de novias en la primera mitad del siglo XX, predominando los negros y azules oscuros, como puedo comprobar en algunas fotos de mis propios abuelos. También es llamativo que hacerse un retrato de boda era un artículo de consumo fuera del alcance de las clases populares hasta bien pasada la mitad del mencionado siglo. Pero si algo me ha despertado vivamente la curiosidad en este capítulo ha sido la existencia de las “cencerrás” o castigo público a los matrimonios socialmente inconvenientes, que tuvieron que ser prohibidas tanto por las autoridades religiosas a través de edictos, como el del Cardenal Lorenzana ya en 1782 o en los diferentes códigos penales que desde 1850 recogían reprobaciones contra cualquier tipo de cencerrada. El rechazo viene resumido y expresado de forma magistral en la siguiente copla popular:

“Viejo que se casa con mujer moza,

o pronto el cuerno, o pronto la losa,

si no son ambas cosas”.

De la muerte y todos sus rituales no he encontrado novedades que no conociera, pues hasta la llegada de los tanatorios y el último desfile fúnebre de la carroza de Cascabel que cifra en 1971, las costumbres han permanecido casi invariables durante décadas, con la cíclica disputa por la declaración civil o religiosa del cementerio, con el también marcado clasismo económico en las pompas fúnebres, en los panteones familiares o en el acompañamiento de los entierros que eran clasificados por categorías. Únicamente me ha resultado especialmente novedosa la información sobre la caja de “bien común”, de propiedad municipal, que retornaba cada vez que se volvía a utilizar al Ayuntamiento. De modo que quedó tan usada que tenía grietas y rajas por donde se podía ver al finado.

Finalmente me gustaría hacer una crítica formal a los numerosos errores tipográficos, especialmente en el uso, o mejor, en la omisión, de tildes y tildes diacríticas que se suceden a lo largo de la obra y que hoy por hoy deberían ser localizados sin duda a través de los correctores informáticos. Pero ello no es culpa del autor ni de los promotores de la publicación sino de quienes la revisan y mandan imprimir sin asegurarse de su corrección.

Por todo ello reitero mi felicitación al autor, mi reconocimiento a su trabajo y la enhorabuena por la concesión de esta primera Beca investigadora que espero que en lo sucesivo depare nuevos y valiosos trabajos sobre nuestra cultura.



Justo López Carreño

Diciembre de 2015

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