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Alcázar en mi memoria
VII
Y cómo no, el Jardinillo, mi verdadera patria cuando aún era un niño, a pesar de que el concepto sea un invento político o de militares rancios para afirmar su dominio pero que viene a expresar los límites afectivos, el apego a los paisajes, las personas y los sitios que nos fueron moldeando en los momentos de inicio. De allí cada rincón me supone una fuente de recuerdos con cientos de variaciones. Don Manuel en su quiosco para venta de cupones su fuerte genio de siempre en el trato con la gente y sus hijos en los juegos con diferente talante. También recuerdo a su esposa a quien llamaban Elvira siempre caminando a prisa siempre por Santa María siempre el cuerpo en curvatura bajo sus negros sayales con la carga de un hogar y la fe que la obligaba a santurrear sus días entre cantos a la Virgen rezos y letanías vestir o quitarle el manto con beatas y vecinas. Y su hija Rosarito que siguió la tradición siendo consorte de ciego como si del padre quisisera ser su prolongación asumiendo la invidencia de un marido sevillano muy rumboso y campechano con mando en la ONCE entonces en esta organización. Bajo casa, la taberna, donde sin norte ni tregua un sinfín de personajes saciaban sus frustraciones entre vinos peleones. Muchos eran los semblantes de los hombres que recuerdo así como los apodos de quienes fui conociendo. Así conocí al Pipo un rubio de pelo liso con los dientes plateados que de cuando en cuando estaba por los suelos y rodando después de una melopea al salir de su trabajo. De igual modo sucedía con el Moro o con el Rano y con un tropel de nombres de los que me fuí olvidando. Tan sólo me centraré en uno muy especial por sentirlo muy cercano: le llamaban Tío Moreno y siempre estaba en un banco descansando de trifulcas o después de algún trabajo aunque siempre mendigando con el aspecto que da la miseria unida al paro además de soportar una úlcera fatal que remediaba con leche de las vacas de Climent y tragos de bicarbonato. Era un tipo con mal fario que sacaba la navaja sin que fuera para tanto pero que conmigo tuvo un trato considerado hasta el punto de ser él quien me cruzaba la esquina para llevarme al comercio de mi padre confiado. |
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