Amador Palacios


Mis primeros contactos con Amador debo situarlos en la etapa de la Veleta del Sastre cuando en una de nuestras tertulias en casa de Mariano Lizcano apareció para comentarnos uno de sus libros recientemente publicado. Se trataba de su Antología “Pajarito bañándose en un charco”. Después de aquella efímera presencia le perdí el rastro y no supe de él hasta que fui descubriendo algunas de sus colaboraciones en prensa, su vinculación con Rosario y, más tarde, volví a encontrarlo con el grupo de andariegos por el paraje de Valdehierro, en las cercanas sierras, haciendo yo cicloturismo con mi grupo habitual.

A partir de ahí y tras una breve lección sobre el postismo que impartió en Santa Clara, abrimos un nuevo cauce de trato y diálogo que se ha mantenido hasta la actualidad. Siempre que puedo asisto a sus invitaciones y presentaciones y me gusta leer su producción así como sus críticas de hondo conocimiento del lenguaje. Además lo considero una persona afable, crítica y sensible dispuesta a descubrirte siempre nuevos filones creativos.

CUANDO TODAS LAS HORAS SE RESUMEN

Cuando todas las horas se resumen
en una sola hora,
el alma vuela
por la quejumbre de las calles.
Y al superar esa hora mortecina
y en la cual sin embargo todo inflama
a lo más inminente,
el alma entra
en la sombra del vino desahumado
que se bebe, en seguida
de haber llorado ante un espejo,
bajo esa arcada que da sed.

(De su libro “Enemigo admirable”)

POEMA

Hay días, inscritos en los del destierro,
tardes que se prometen como un fin.

Esos días vienen teñidos de diversos augurios,
pesadumbre, melancolía, algo de bienestar.
Y esas tardes, inalcanzables,
guardan un extraño elixir.

(De su libro “Tragedias sólo subjetivas”)

POÉTICA

Mi destino es ser torpe
en todos los manejos de este mundo
salvo quizás en ese fino espanto
que es la poesía elaborándose.
No sé si lo hago bien o lo hago mal
desde esos presupuestos
que estéticos, formales... denominan;
pero sí estoy seguro:
en la proposición no me confundo
y si en el límite no oteo, rasgo
eso que estoy haciendo.
Las palabras afluyen y se ordenan
y rompo, para que entren
las palabras, un mar que no les sirve:
yo las dispongo en una vía
hecha de brisa, de salmodia, de silencio.
Ésta es mi credencial absoluta
y mi destino de poeta.
Las palabras afluyen y se ordenan
y se inscriben en esa sima del mar
que yo he creado como estructura.
Pero el poema realmente se escribe
en vertiginosos pronombres,
inconscientemente,
mareado,
v de un tirón.

(De su libro “Canta y no llores”)

CUATRO amigos partimos en un coche
a la cercana población manchega
de Herencia. Todavfa era de noche,
acelerando en la llanura ciega.

Un café y, ya a pie, nos enfilamos
por las calles brumosas, ¡adelante!,
yendo hasta Puerto Lapice. Adoramos
el Orto, que estimula al caminante.

Azuzando el bastón nos enfrentamos
con una pina cuesta coronada
por una amplia hendidura sonriente;

de roca, la Rendija es alargada
vulva iniciática por la que entramos
a un seno de vagina complaciente.

Volviendo por el Paso de Poveda,
se añora la Rendija en la vereda.

(De su libro “Licencias de pasaje”)

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