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Edmundo Comino
Nació ya con aspecto literario y su paso zascandil por las calles del pueblo oculto bajo sus luengas barbas, su bigote quevedesco o su boina mancheguizante lo sitúan en el universo de las letras. Pero Edmundo es también portador de la transgresión a un orden del que se siente como una pieza atrapada sin solución. Sólo su lírica y sus representaciones lo trasladan al ambiente de su más deseada realidad.
De sus obras publicadas sólo tengo “De ese oscuro sueño”, E. Valldum, 1988 y “El tordo en el alambre” Edición no venal en 2002. Conservo colaboraciones sueltas en otras publicaciones que guardo delicadamente. DE ESE OSCURO SUEÑO IV recorro los estrechos pasillos de la noche mis pasos se confunden en los ojos de un buho dejo que sus plumas acaricien mi silencio mientras mi boca se hunde en su nido de zapatos XI me arañara la tierra con sus ojos mientras el sol calcine las piedras de mi frente un beso más y el agua será vino caído de las sienes eternas de mi cuerpo XIV se agotará mi vaso y tu cintura cuando el aire se acorrale verde entre los ríos guardaré bajo mi lengua la gota última elixir preciso de tu perla noche XXI nunca por más que bebo mi sed se sacia entera entonces las manos se miran solas dedo a dedo el vidrio se recoge al escuchar las miradas perdidas en el agua EL TORDO EN EL ALAMBRE en la noche del centro de la noche el territorio incierto de los días huele a zumo maduro de granada a un paso del desván de la memoria una vara de tiempo se me ofrece con jugo de membrillo olor amor que de la sombra llega y me trastorna y obliga a que mis huesos se dispersen se distingue con fuerza entre otras plantas y llega sofocando al cielo entero una fuente de luz en una tarde corta el jazmín de un tajo solo y muere la hoja que apunta en esa tierna yema acaba de romper esta mañana en completo silencio el juramento de luz también entrega su trabajo una gota de lluvia se descuelga de una hoja y la libera de su peso la tierra la recibe y la conduce hasta el rincón caliente de su vientre protegido del sol y de los vientos el azahar se olvida de sus frutos en aquella maceta solitaria que descansa en el fondo del jardín |
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